¡Ya soy Padre! (2)
Como les comentaba, todo iba bien cuando nació mi hijo. Hice hincapié en que no fue colocado largo rato al lado de su madre porque hacía como un “quejidito” que según me explicó una doctora en el parto, era parte de lo que “a veces” ocurre cuando tienen frío o no normalizan en proceso respiratorio.
Este “detalle” signó el resto del día y no precisamente para bien. Comencé a enviar mensajes de texto a mis conocidos, amigos, familiares sobre la novedad. La voz se fue regando y comencé a recibir muchas llamadas e igual cantidad de mensajes. Al rato, mi hermana y madrina, mis cuñados (Uno de ellos padrino) y otros amigos fueron llegando con la esperanza obvia de ver a hijo y madre. La promesa inicial de la clínica era devolverlo pronto a la habitación (Hablamos unas cuatro horas posteriores al parto) mientras que Ingrid regresaría a la habitación unas ¿Dos horas? O algo menos.
Ella estaba aún con los efectos de la anestesia pero feliz. La recibimos con mucho amor. Pero se iniciaría una larga –muy larga- espera por José Rafael. Los mensajes de salutación, la llegada de amigos, familiares a la clínica los hizo acumularse en la habitación en donde pequeños vasos de “escocés” acompañaron nuestra espera. Al fin; Pasada las cuatro horas pregunté en el “retén” que por cierto tiene cierta crítica pues no dispone de alguna vista “favorable” y recibí la información de que el bebé tenía cierta irregularidad respiratoria y debía esperar un tiempo allí. Le comenté a mi esposa. De momento no me sentí preocupado aunque si algo desilusionado. Ingrid sintió algo de incertidumbre desde su condición de “Muda” durante todo este día.
Llevamos una PALM que tenía hasta hace poco que fungió de pizarra para que ella manifestara sus deseos de comunicación. Seis horas después. Ya el cansancio de la emoción, el hambre, la cantidad de gente esperando, me hizo ponerme mas firme para poder exigir que José Rafael fuera al cuarto. El médico que lo evaluaba, un señor de unos 60 años, parco, pragmático, conciso y de pocas palabras me recibió. Me dijo algo como “Tu bebé no puede salir de aquí. Tiene algo de agua en un pulmón lo que suele ocurrir en algunas cesáreas. Debe normalizar su respiración. Yo espero que eso ocurra progresivamente en una cuatro a seis horas” Dado el estilo del doctor, salí entre impaciente, frustrado y preocupado. Le transmití el mensaje a Ingrid y ella acusó la preocupación. La desilusión se nos vino encima y los amigos y familiares se contagiaron de ella si bien varios, nos dieron el necesario respaldo para darnos a entender que no era algo de gravedad.
El problema, es que uno sabe que los doctores hablan buscando evitar angustias excesivas y dado la personalidad que describí del médico que supervisa a los niños recién nacidos, me sentí algo perdido. Increíblemente, las horas más felices de mi vida, dieron paso a la inquietud. La cara de Ingrid ya afectada por el rigor de una operación como lo es la cesárea, pasó a un tono más grave y con el sentido del humor algo perdido. Gente iba y venía, conforme pasaba la tarde. Entonces, gestamos una solución: Visitar juntos al bebé en el retén. Ingrid, tenía una recuperación acelerada: Iba al baño, caminaba con dolor pero lo hacía y no hablaba para evitar el tema de los gases.
Fuimos caminando juntos al reten que quedaba justo enfrente de la habitación. El doctor aun presente, no muy dado seguramente a cursos y nuevas tendencia de comunicación emocional asertiva, repitió su opinión bajo mi petición a mi esposa. Sus ojos se aguaron y ambos visitamos a nuestro pequeñín, allí en la incubadora, con una sonda y oxigeno soplando dada la incomodidad para respirar por sus medios. La llegada casi de la noche, trajo nuevos lotes de personas que al finalizar su trabajo nos visitaban. Todas emocionadas, recibían una explicación “Light” de mi parte sobre lo que acontecía. Esperando que el bebé fuera dado de alta, el doctor no cambió su opinión: El bebé debía pasar la noche en el retén pero con la diferencia de que no requería ni tratamientos, ni exámenes. Existía la confianza que el malestar pasara. La gente comenzó a marcharse sin conocer a José Rafael.
Mi cuñado y compadre que vino en avión expresamente para el acontecimiento, pudo entrar por gestión propia a ver a su ahijado y poco a poco fuimos quedando solos, con los buenos deseos de abuelos, tíos, padrinos y amigos en general de que José Rafael se mejoraría en pleno. Entonces, al final de la noche Ingrid y yo nos apoyamos como debemos hacerlo siempre: Regresamos al retén, le pusimos música al bebe, lo tocamos, le hablamos y yo personalmente me irradié de optimismo pues lo observaba mejor lo cual nos lo corroboraban las enfermeras que los cuidaban. Nos fuimos a dormir extremamente agotados, cansados, emocionados y como no; Preocupados… Mañana sería otro día y la ilusión del retorno del príncipe al rezago de su madre era lo que deseábamos.
¡Continuará!
PD: La foto es de apenas 15 minutos de vida de nuestro hijo, notese aún su condición "natural" antes de cualquier limpieza. La foto de la tercera y última entrega, es otra cosa ¡Garantizada!
3 comentarios
notme -
Es comun que pase eso, pero porsupuesto esta la incertidumbre! . . todo saldra bien! .. delen tiempo al muchachito a adaptar! ;-)
Rubén -
Mariale divagando -
Pero claro, es normal que ante la ilusión y la ansiedad por tener al pequeñin cerca, se hayan sentido un poco tristes por no poder hacerlo.