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Rubenvirtual... Bitácoras del pensamiento

Aquel 27 de Febrero (2): El día del suceso

Aquel 27 de Febrero (2): El día del suceso Yo era un púber entusiasmado con la Universidad. Los nuevos amigos, un nuevo círculo social.. No estaba pendiente de mucho más, si bien mis endebles notas y las ganas de trabajar y dar un giro especial a mi vida, ya me tenían en búsqueda de novedades. Fue entonces cuando ocurrió ese hecho, ese insólito día en donde me sentí muy distinto a todo el mundo…  

No recuerdo claramente, si ese día fui a clases pero debo suponer que sí. Generalmente, estaba de vuelta al mediodía. Lo que si recuerdo, fue el tono grave y asustadizo de mi mamá “Tu papá llamó para preguntar como estaba la cosa, porque ellos no han podido trabajar casi, porque hay muchos disturbios en los Teques porque subieron el pasaje” entonces, me dediqué a ver por TV, como iban esos supuestos disturbios.

 

Hay que decir, que en la Venezuela de esa época; Era cotidiana la presencia de desordenes en la UCV o en el pedagógico hoy día inexistentes ¿Qué cosas no?

 

Bien… La TV mostraba escenas preocupantes. Lo primero; Es que la cosa se regó. En zonas populares de Caracas y en Guarenas -Nótese que de manera simultánea- llegaban reportes similares. Nos fuimos llenando en la tarde temprano, de la incertidumbre que mi papá manifestaba por teléfono (Mi padre es un hombre de gran autocontrol que no diría esto por cualquier cosa)

 

Mi padre decidió cerrar la Ferretería “El pueblo” de la que era socio con mi tío bajo alquiler de otro tío. No podía trabajar con tranquilidad. En casa, nos dábamos cuenta de la gravedad de lo que acontecía: Las imágenes de miles de personas arrasando con comercios, locales, automercados, cargando con reses, televisores, medicamentos… Era algo aterrador. El desorden, el descontrol, la locura…

 

Llegó entonces a casa en la tarde como a eso de las 4pm. Llegó contando que la cosa estaba muy fea, que vio disturbios por todos lados. Dijo que no había podido trabajar casi y que confiaba en que la Guardia Nacional no permitiría que los manifestantes a solo dos cuadras, bajaran al negocio del que vivíamos con su sostenido trabajo…

 

Pero si llegaron…

 

Un momento estremecedor, fue cuando mi tía María que también vive en los Teques (Cuñada de mi padre) llamó para decir que en la radio dijeron que estaban saqueando la Ferretería. Mi papá se mostró escéptico. Pero yo encendí la Radio Metropolitana de esa zona y… Lo confirmaron.

 

Mi padre se alarmó. Mi Tío llamó para confirmarlo con tono de alteración. Entonces, me dijo que subiría y yo me ofrecía a acompañarle al final de la tarde.

 

Pese a los desordenes callejeros, subimos en un santiamén. Lo hacíamos en un viejo FIAT de mi tío que recién estrenaba un Ford Sierra. Mi padre tuvo que venirse en él, dado que el estacionamiento estaba trancado por un auto, para así sacar su carro.

 

Llegamos. Mi corazón se iba a salir. Nos tuvimos que parar a una cuadra antes. Desconcierto. Destrozo, olor a gas lacrimógeno, sonido de disparos, gente en las calles. Todavía recuerdo la imagen de un gordo bajando con un grupo de gente, envalentonado, con barba y aspecto comunista diciendo algo como “’El pueblo se arrechó” muy seguro y orgulloso de aquella barbarie en pleno acontecimiento.

 

Las principales ciudades de Venezuela se “conectaron” a tal actitud. La fuerza militar salió a las calles y literalmente “aplastó” tardíamente los desordenes generalizados. Los muertos en cantidad nunca se conocieron y entonces se hablaba de la sangre fría de Carlos Andrés Pérez al “Enviar las fuerzas militares contra su pueblo” (Hoy es aún tema cotidiano) y uno se pone a ver ¿Qué se debía hacer? ¿Quién era el pueblo? ¿El que destrozaba o el que soportaba el desastre? ¿Cuánta razón había para aquello si ese mismo pueblo celebró a todo gañote la llegada del polémico dirigente a la presidencia tras una negativa primera vez?

  

Mientras… Teníamos que hurgar el destrozo del negocio. Como era una estructura viejísima, las puertas eran de madera y de gran tamaño. Eran cerradas con barras de hierro por detrás, con candados de gran tamaño y una tirita de nylon como de pesca que si se abría, hacía sonar una escandalosa alarma ¿Cómo las abrieron? Pues la gente hacía una especie de “tonga” en donde se lanzaban con sus cuerpos para tumbar y partir dichas puertas.

 

Llegó mi prima Doris, la recuerdo claramente: Clamó a voz viva el desastre. Mi padre y mi tío adentro, no daban crédito a lo ocurrido. Una anécdota asombrosa: Mi tío (Yana de cariño le decimos) ¡Entró haciéndose pasar por saqueador junto a la multitud! Para sacar los carros que estaban estacionados en el largo terreno del negocio, y poner a salvo algún dinero (lo cual logró)

 

Era una atmósfera indescriptible: Todo destruido, todo en desorden… había hasta sangre por las cortadas en los vidrios. A la larga, fue más el desastre de destrucción que propiamente el saqueo como tal.

 

Abandonamos entrada la noche el lugar. Yo estaba aterrado con el ambiente. Los rumores de una nueva turba en camino a terminar de rematar la faena. Las hienas humanas, caminando y esperando su oportunidad. Nos fuimos usando una vía más larga y no común para llegar a casa. Al llegar a casa, un ambiente lúgubre ocurría con mi madre y mi hermana, esperando nuestra versión de los hechos. Un día antes; Mi padre había cumplido años (Un domingo)  y lo celebramos en casa de una tía en Turmero, Estado Aragua. Horas después, no teníamos certeza alguna de esta imprevista situación.

 

¿Qué íbamos a hacer?

 

Continuará…

 

Salu2

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