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Rubenvirtual... Bitácoras del pensamiento

El buen conductor

El buen conductor

A aquellos que nos gusta mucho el mundo del automóvil, nos parece especialmente incómodo observar las pésimas maneras del grueso de los conductores de estas máquinas en las vías destinadas para ello. Esto creo que es especialmente notable, en países como Venezuela en donde no existe ningún organismo serio que eduque y coloque reglas claras para conducir. Aquí, conduce el que quiera, como quiera y donde quiera.

Eso, aunado al pésimo estado de las vías, generan un verdadero reto para la conducción bien sea citadina o extra urbana.

Pero igualmente pienso, que el tema de conducir bien o no, es algo extendido en todo el mundo. Pocos reparan al pensar que cuando se ponen al volante del auto más pírrico o evolucionado tienen una gran responsabilidad que a fin de cuentas, es extensiva con el manejo de cualquier máquina. Se requiere conocer los alcances y limitaciones de la maquinaria, se necesita respetar a otros usuarios de maquinas similares y se puede disfrutar ese día a día pero siempre y cuando tal disfrute no comprometa a otros.

Así, y recordando un artículo que leí hace años en la prensa nacional con el nombre que hoy día coloco a esta misiva, quiero exponer algunas consideraciones entre “El conductor bueno” y lo contrario… “El buen conductor”

El buen conductor, generalmente tiene su auto limpio y cuando no puede, al menos mantiene cristales y faros despejados. No pierde tiempo y dinero lavando el carro en días de lluvia. Visualiza al menos semanalmente los cauchos, abre el capó para revisar fluidos esenciales y conoce una rutina de mantenimiento que ni es exagerada ni tampoco es dejada. Atiende de inmediato “Menudencias” como luces quemadas MUY especialmente las de freno.

El conductor bueno, también lo tiene o exageradamente limpio o sucio. Cree que un auto debe revisarse cada 5000kms. Porque sino estalla. Delega a un taller la revisión de cosas obvias como fluidos y luces. Si abre el capó, le da asco el sucio y ordena lavar el motor de inmediato.

El buen conductor entiende como funciona su auto y posiblemente sabe identificar algunas fallas, previendo alguna de ellas y llevando el auto a quién podrá realmente repararlas. Con algo de empeño, hace reparaciones y mantenimiento menor. No es fácilmente engañado por mecánicos. Generalmente, conoce a varias personas que harán reparaciones específicas de distintos sistemas del auto. No se siente cómodo con el servicio “de marca” aunque no lo desdeña en caso de daños importantes.

El conductor bueno no sabe limpiar un borne, cambiar un caucho ni conoce para qué son las pocas herramientas que vienen con el auto. Para todo, irá al taller y pagará dinero y más dinero. No conoce varios servicios sino uno solo. Es usuario frecuente de los servicios de post venta incluso tras vencida la garantía. Llama a la grúa del seguro por una llanta desinflada o por una falla mínima. Si una manguera se rompe, desconoce como solucionar estando lejos de casa. Alguien tiene que hacerlo, nunca él.

El buen conductor calcula la frenada, no arranca de golpe, desarrolla una velocidad rápida pero prudente. No zigzaguea, respeta los espacios con otros autos y peatones. No se impacienta fácilmente pero se mueve ágilmente. Usa las luces de cruce en el momento idóneo. Distingue una calle de una avenida, de una carretera, de una autopista y adapta su manejo a cada circunstancia. Mira constantemente los retrovisores, se anticipa a la lluvia modificando su ritmo progresivamente.

El conductor bueno, frena de golpe o con demasiada antelación. Puede ser muy lento o un locuaz que pretende llegar primero que todos abusando del resto. Quema cloche de manera notoria, no entiende que una caja automática tiene sus peculiaridades. En carretera le toman de sorpresa las curvas y frena sobre ellas. No usa luces de freno, pero sí las de emergencia por cualquier razón sin importancia. Se cruza de golpe, no mira los espejos sino cuando el choque es inminente. Cuando llueve o se detiene violentamente o maneja como si nada pasara.

El buen conductor evitar hablar por celular y si lo hace es breve o se aparta de la vía. Recurre al manos libres con frecuencia. Ni de vaina envía mensajes de texto, excepcionalmente lo hace en cola y está consciente del riesgo.

El conductor bueno, se pega e instala a hablar. Prefiere “atender una llamada importante para su vida” chatea por SMS o Blackberry. Se mueve de canal, pierde el ritmo, apoya el codo en la puerta, se ríe, llora, pelea por el móvil… Su auto describe su trayectoria. Y cuando cierra la llamada, alcanza a todos los que le tocaron corneta o miraron con mala cara… ¿CÓMO SE ATREVEN?

El buen conductor cuando comete infracciones, se cerciora que no perjudica a nadie.  Lo hace con mucho cuidado y tacto. El conductor bueno, pone en riesgo a todos y repite una y otra vez animaladas. Y si la autoridad lo detiene, ofrece alguna excusa genuina como “todo el mundo lo hace”

El buen conductor se pone el cinturón de seguridad y exige lo propio a quienes viajan con él. Tiene una postura adecuada de manejo, no se come el volante, tampoco se sienta como en un sofá. Dispone de lentes oscuros y refrigerios para soportar viajes largos. Sus reacciones son genuinas, sencillas. Los pasajeros no se dan cuenta a que velocidad se desplazan y viajan relajadamente. Sabe cuanto le alcanza la gasolina, recuerda direcciones, reduce la marcha ante un distribuidor o rampa. Se anticipa.

El conductor bueno también se pone el cinturón pero se lo quita en trayectos cortos porque el riesgo es menor. Se sienta casi en el parabrisas o ladeado como si el auto se manejara solo. Es tenso, exagerado, abrupto. Sus pasajeros se sienten nerviosos, cansados y ansiosos. Con frecuencia se queda sin gasolina o llega de casualidad. Le pide al de la bomba que “revise todo” sin supervisar lo que se hace. Se pasa de accesos y se viene de retroceso aunque que ha pasado 1000 veces por el mismo lugar. Se para de golpe para comprar lotería, orinar en el hombrillo o mirar un accidente en sentido contrario.

Y… ¿Cuál de estos es usted?

Salu2

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